Alberto Álvarez Hernández
Tal día como fue el pasado 14 de noviembre, y
estando de vacaciones en las islas Filipinas, y como miembro de la
asociación de amigos del ferrocarril de Burgos (ABUAF),no podía por menos
que viajar en la única línea de ferrocarril operativa en ese país en esos
momentos, -se está construyendo actualmente otra línea, entre la capital,
Manila, y Bagueo, allá por las montañas, que es lo que predomina en ese
país, y que parece ser nuestra principal confusión, sobre todo, después
de visitarlo, ya que el pensamiento general que se tiene de esas islas, es
de ser turisticamente playero. Pues bien, aunque esto último es innegable,
tampoco es comparable el accidente geográfico antes mencionado.
Una vez aclarada esa cuestión, relataré que
siendo las cuatro de la tarde de la hora local -7 horas menos en España-,
me encontraba en un apeadero de la capital llamado "Pasay Road",
con mi amigo Vicente y con novia Sheila, nativa ella, pero hablante de
castellano, debido a los casi once meses que pasó en Burgos, como becaria
del gobierno de su país, para el aprendizaje de nuestro idioma, y a la que
tuve la inmensa suerte de conocer, y desde estas líneas, agradecerla todo
lo que hizo por nosotros y que además sé positivamente que va a leer e
imprimir y guardar como "oro en paño", este relato, ya que
también partió de ella la idea de redactar, esto que estoy escribiendo.
Pues bien, a la hora antes indicada, prestos a
adquirir los billetes, se nos indica que había un tifón en el lugar de
destino, y que hasta poco antes de la salida del tren, que estaba prevista a
las 5 de la tarde, no sabíamos con certeza si el viaje se iba a producir.
Comentar que los tifones, es un fenómeno demasiado frecuente por estos
"lares", y sobre todo en determinadas épocas del año, y de lo
que puedo dar Fé de sus efectos destructores, allá por donde pasa.
Como se podrá deducir de este último comentario,
os imaginaréis que si pude hacer realidad el sueño de se viaje finalmente.
Y por 385 pesos (unos 6 euros al cambio), incluidos 50 pesos por viajar en
clase preferente, en la cual, la diferencia era el poder reclinar el asiento
para descansar mejor, ya que allí, se procura viajar por la noche, para
evitar el agobiante calor diario.
Una vez montados en el tren, nos aprestamos a
recorrer los más o menos 550 km que separan la capital, de la ciudad de
Legaspi, en la región de Bicol, a la que llegamos a las 8 de la mañana del
día siguiente, es decir, después de 15 horas. Al ser estación término,
desgraciadamente nos recibió un sol de justicia y cegador, y donde era
díficil encontrar sombras, para fotografiar la composición que nos condujo
por una vía de ancho métrico, guiados por una locomotora del tipo 1900
americana de General Electric, U-20-C.
Destacar, que para quien no le guste viajar el
tren, es un viaje super pesado, lo cual, también me explica la poca
atención que para con el ferrocarril, se tiene en las islas Filipinas, al
tratarse de un medio de transporte lento hasta la saciedad, aunque no
excesivamente caro de precio. Eso si, como medio de locomoción, su
presencia dentro de las islas, es meramente testimonial.
Afortunadamente, en los apeaderos, las gentes de
lugar intentaban hacer mas ameno el viaje, con la venta de huevos cocidos,
sopas en tarrina y café con leche, bien en el escaso minuto de parada, o
bien, subiéndose el vendedor nativo al coche de viajeros y bajándose, por
ejemplo, en el siguiente apeadero.
Eso si, estuvimos bien custodiados por dos agentes
de paisano de la seguridad del estado, los cuales no tenían ningún
prejuicio para mostrar sus elementos disuasorios, tales como la pistola,
grilletes, etc... incluso mientras dormitaban.
Y para terminar, no dejaré de reseñar lo único
que me disgustó del viaje, que todo hay que decirlo, y me estoy refiriendo
a los ¿aseos? del tren. Creo que jamás habré experimentado un olor tan
nauseabundo, como el que desprendían los mismos, al realizarse la
autolimpieza, con garrafas de agua, siempre que esta no faltara de las que
había disponibles, y sino, pues a taparse la nariz con pinzas, por ejemplo.
Por lo demás, encantado de la experiencia, y más
por la compañía, de un viaje que, seguramente, no se pueda repetir
"todos los días".
Un afectuoso saludo ferroviario. Alberto Álvarez
Hernández.
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