REVISTA DE PRENSA

DIARIO DE BURGOS, 27 de enero de 2002

La mayoría, un total de 24, se eliminarán de la red de Renfe, mientras que los otros cuatro se suprimirán en la red de FEVE. Ocho de estas intersecciones desaparecerán con el desvío del ferrocarril en la capital

 

R.Pérez Barredo

La existencia de un paso a nivel siempre entraña peligro. No en vano, es muy habitual desayunarse con sucesos que hablan de vehículos arrollados por ferrocarriles, a menudo con el resultado de víctimas mortales como fatídico final de trayecto. Los pasos a nivel han sido siempre objeto de polémica, a pesar de que, según datos del Ministerio de Fomento, en el 95 por ciento de los accidentes que se registran en un paso a nivel los vehículos o peatones son los principales responsables.

En España todavía quedan cerca de 4.000 pasos a nivel y un alto porcentaje, alrededor del 70 por ciento, carecen de barrera. Muchas han sido las vidas que se han perdido a lo largo de los años, lo que ha provocado la puesta en marcha de un importante proceso de eliminación de pasos a nivel.

La provincia de Burgos cuenta en la actualidad con 148 pasos a nivel, según fuentes del Ministerio de Fomento. De éstos, 104 pertenecen a FEVE (Ferrocarril de Vía Estrecha) y 44 a Renfe. De los que Renfe tiene la titularidad, 27 están sin guardar, 11 guardados con personal de servicio y 6 son automáticos, según la empresa. De los pertenecientes a FEVE, 92 tienen señalización fija, 10 son pasos controlados con guardabarreras con personal y 3 son automáticos.

Durante 2002 se suprimieron 2 pasos, uno en cada red. Fomento va a suprimir 28, 24 de Renfe y 4 de FEVE. Así, de Renfe están en fase de redacción de proyecto 8 en la línea Madrid-Hendaya y 4 en la Castejón-Bilbao. Nueve contratados (los 8 del desvío de la capital y otro en Miranda) y 3 pendientes de contratación: dos en Ameyugo y otro en Villalonquéjar. En la red de FEVE está prevista la eliminación de cuatro pasos, que están en fase de estudio o proyecto: dos en el Valle de Valdebezana, uno en Espinosa y otro en Montija.

 

«Cuando llegamos a un paso a nivel nos echamos a temblar»

Los maquinistas viven a diario en sus carnes el peligro que entrañan estos cruces. No en vano, son a menudo las víctimas cuando se produce un accidente

 

R.P.B.

Una navidad de hace tres años Pedro Estébanez, maquinista mirandés de 50 años, cruzaba un paso a nivel a las tres de la madrugada cuando un vehículo no respetó las señales que le obligaban a parar y fue arrollado sin remisión por la máquina que pilotaba. El percance, afortunadamente, sólo quedó en varios heridos. Y en un disgusto terrible para Pedro, que no puede borrar de su memoria aquel accidente. Es maquinista desde hace 22 años. Tras más de ocho años ejerciendo en Bilbao, ahora lo hace en su ciudad natal. Es claro y directo: «cada vez que atravesamos un paso a nivel es algo aterrador, nada nos da más miedo a los maquinistas».

Afirma que la gran mayoría de estos pasos no están guardados, «que no tienen barreras, y esos son los verdaderamente peligrosos». Son aquellos que tienen un simple stop, o la señal de cruce de trenes. «Nuestra obligación al llegar a un paso a nivel es pitar -señala- pero aún así hay muchos vehículos que, pese a que ven que el tren se acerca, cruzan igualmente».

El principal problema, señala Estébanez, es cuando los vehículos que se disponen a cruzar las vías son camiones, tractores, cosechadoras o cualquier máquina de grandes proporciones, principalmente agrícolas: «muchas veces, por el propio ruido que generan estos vehículos, no oyen pitar al tren. O si ven que viene se arriesgan sin respetar el stop. Y lo peor es que muchas veces no les da tiempo».

Además, y aunque los maquinistas vean que una máquina ha quedado atrapada en un paso, no siempre es fácil evitar el choque, ya que un tren necesita diez veces más distancia para frenar que un automóvil.

Así, mientras un turismo que circule a 100 kilómetros por hora se detiene en menos de 100 metros, un tren requiere, por su peso y porque el coeficiente de rozamiento con los raíles es mucho menor que el de los neumáticos con el asfalto, casi un kilómetro. Es entonces cuando se registra la tragedia, el accidente en el que pueden perecer tanto los atropellados como el maquinista (Pedro ha perdido ya a varios compañeros por choques contra vehículos), ya que es muy difícil, afirma, que un tren descarrile tras el choque con un tractor o un camión, por lo que los pasajeros no corren peligro.

En un viaje de cuatro horas, Pedro ha llegado a tener dos experiencias de este tipo. Vehículos que se han quedado atrapados en el paso sin posibilidad de ir hacia adelante o hacia atrás. «Entonces nosotros provocamos ‘urgencia’ (el freno que sólo se utiliza en caso de riesgo) en la máquina, nos levantamos y nos vamos corriendo al pasillo», concluye.