R.P.B.
Una
navidad de hace tres años Pedro Estébanez, maquinista mirandés
de 50 años, cruzaba un paso a nivel a las tres de la madrugada
cuando un vehículo no respetó las señales que le obligaban a
parar y fue arrollado sin remisión por la máquina que pilotaba.
El percance, afortunadamente, sólo quedó en varios heridos. Y en
un disgusto terrible para Pedro, que no puede borrar de su memoria
aquel accidente. Es maquinista desde hace 22 años. Tras más de
ocho años ejerciendo en Bilbao, ahora lo hace en su ciudad natal.
Es claro y directo: «cada vez que atravesamos un paso a nivel es
algo aterrador, nada nos da más miedo a los maquinistas».
Afirma que la gran mayoría de estos pasos no están guardados, «que
no tienen barreras, y esos son los verdaderamente peligrosos».
Son aquellos que tienen un simple stop, o la señal de cruce de
trenes. «Nuestra obligación al llegar a un paso a nivel es pitar
-señala- pero aún así hay muchos vehículos que, pese a que ven
que el tren se acerca, cruzan igualmente».
El principal problema, señala Estébanez, es cuando los vehículos
que se disponen a cruzar las vías son camiones, tractores,
cosechadoras o cualquier máquina de grandes proporciones,
principalmente agrícolas: «muchas veces, por el propio ruido que
generan estos vehículos, no oyen pitar al tren. O si ven que
viene se arriesgan sin respetar el stop. Y lo peor es que muchas
veces no les da tiempo».
Además, y aunque los maquinistas vean que una máquina ha quedado
atrapada en un paso, no siempre es fácil evitar el choque, ya que
un tren necesita diez veces más distancia para frenar que un
automóvil.
Así, mientras un turismo que circule a 100 kilómetros por hora
se detiene en menos de 100 metros, un tren requiere, por su peso y
porque el coeficiente de rozamiento con los raíles es mucho menor
que el de los neumáticos con el asfalto, casi un kilómetro. Es
entonces cuando se registra la tragedia, el accidente en el que
pueden perecer tanto los atropellados como el maquinista (Pedro ha
perdido ya a varios compañeros por choques contra vehículos), ya
que es muy difícil, afirma, que un tren descarrile tras el choque
con un tractor o un camión, por lo que los pasajeros no corren
peligro.
En un viaje de cuatro horas, Pedro ha llegado a tener dos
experiencias de este tipo. Vehículos que se han quedado atrapados
en el paso sin posibilidad de ir hacia adelante o hacia atrás. «Entonces
nosotros provocamos ‘urgencia’ (el freno que sólo se utiliza
en caso de riesgo) en la máquina, nos levantamos y nos vamos
corriendo al pasillo», concluye.
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